LUCENTUM, CIUDAD IBERO-ROMANA (Alicante)

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Lucentum

Mapa Lucentum



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- Ciudad antigua
- Ibero – romana
  -Mapa: 872 (1-4)

- acceso: fácil


La ciudad ibero-romana de Lucentum tiene una especial relevancia dentro de la historia de la arqueología provincial. Estudiada desde antiguo, gran parte de los especialistas en la historia local han dado sus versiones sobre el origen, evolución, significación y nombre de la ciudad. Es todavía escuela de arqueólogos que siguen participando en excavaciones que no dejan de dar sorpresas con la exhumación de nuevos restos arquitectónicos y materiales. Su declaración como monumento histórico artístico en 1961califica este yacimiento como uno de los más importantes del la Comunidad Valenciana.
El yacimiento se encuentra en un pequeño alto de 37 metros de altura conocido por el Tossal de Manises, nombre que parece venir de la abundancia de restos cerámicos (Manises en valenciano) que aparecían por todo el promontorio. Está en un excelente estado de conservación gracias a su habilitación para la visita por parte de la Diputación Provincial de Alicante. Es un ejemplo excelente de difusión pedagógica del patrimonio histórico.
Su acceso se encuentra en la zona de la Albufereta, en la calle Zeus. Puede llegarse a sus cercanías fácilmente tanto en bus como en tranvía.
La mayoría de lo que hoy está a la vista pertenece a la época Imperial. Los restos iberos quedaron sepultados en su mayor parte bajo las construcciones romanas.
La visita se estructura a partir de un recorrido autoguiado que atraviesa toda la ciudad, con hitos señalados con paneles que informan de las características de lugares de especial relevancia. Así, lo primero que encontramos es la puerta de entrada fortificada con un torreón y situada en ángulo respecto al lienzo de muralla para facilitar su defensa. Todavía se conservan en el umbral las marcas de las rodadas de los carros.


Torreón de entrada

De aquí pasamos a recorrer las calles de Lucentum. Primero se asciende a lo alto del pequeño cerro sobre el que está situada la ciudad histórica. El camino pasa junto al resto de una vivienda que conserva restos de pavimento.

Vivienda con restos de pavimento

Desde el mirador podemos darnos cuenta del peligro que corrió este yacimiento debido a la presión urbanística del siglo XX que estuvo a punto de acabar con él de no ser por la defensa que hicieron para su preservación investigadores y amantes de la historia de la ciudad. Esto ha hecho posible que haya llegado hasta nosotros una ciudad antigua conservada en toda su extensión, algo infrecuente por ser habitual la continuidad en el poblamiento, con construcciones nuevas que acaban con los restos más remotos.


Vista desde el mirador de la ciudad ibero romana

Los edificios modernos que rodean el enclave dificultan imaginarse el paisaje que rodeaba a Lucentum. El mar llegaba cerca de sus murallas, y entre el Tossal y la Sierra Grossa, donde hoy está la playa de la Albufereta, había un golfo o entrante marino que formaba un puerto natural que en tiempos romanos fue acondicionado con malecones y muelles. Este refugio para las embarcaciones, con el comercio derivado del mismo, debió tener mucho que ver con la elección del lugar para la ciudad.
Siguiendo la visita se pasa junto al foro. En uno de sus extremos se conservan los últimos restos de un templo que debió de estar dedicado a Juno.

Foro romano

Abundantes aljibes que aun conservan el recubrimiento de opus signinum jalonan todo el yacimiento. El agua que escurría de los tejados se almacenaba en ellos para el abastecimiento de la ciudad.


Aljibe

La calle más interesante es la Vía Popilio, llamada así por la inscripción que apareció en una de las termas que indica que fue construida a costa de un sevir augustal (sacerdote del culto imperial) con este nombre. En esta calle se han conservado dos termas y varías tiendas (tabernae) con grandes umbrales que nos informan sobre la actividad comercial de la ciudad.

   Via Popilio Termas

Entre las casas de la urbe destacan la llamada del patio triangular y otra que conserva la típica estructura de domus romana con peristilo que fue construida sobre las murallas cuando éstas dejaron de tener utilidad en la última época del poblado, con la pax augusta. Las casas aprovecharon la muralla, ahora inoperante, como cimentación y muros. También se visitan varias casas del poblamiento ibero.

Domus romana construida sobre la muralla Viviendas iberas

La muralla conserva cientos de metros y varias torres. Estas se añadieron posteriormente al recinto defensivo, lo que puede apreciarse en el hecho de que no están encastradas en la muralla, sino adosadas a ella. Además su aparejo es diferente. Seguramente la muralla tiene su origen en tiempos iberos, siendo ya en tiempos en que la ciudad estaba en la órbita romana cuando se le añadieron las torres como refuerzo.

Murallas de Lucentum

Destaca la torre del toro por tener una pequeña representación de la cabeza de este animal. No es fácil verla debido a su deterioro.

Torre del toro

De los materiales encontrados los más importantes son, sin duda, las inscripciones epigráficas. Por ellas nos llegan retazos de la vida de los habitantes de la ciudad. Así conocemos los nombres de algunos de los cargos administrativos y religiosos como Valerio Solariano o Tafio Rufo, este último posible promotor de la construcción de las torres. Sobresale Marco Popilio Onix, que además de una de las termas construyó un templo, teniendo el privilegio de ser el lucentino más nombrado en las inscripciones. Pero también tenemos detalles más personales, como la dedicación de una madre, Sicceia Donata, a su fallecido hijo Piero; o la de Hermeros dedicada a su “esposa amantísima”, ambos seguramente esclavos.
Pero sin duda la más importante es la inscripción funeraria de Publio Astranio Venusto, que ha sido decisiva para asignar el nombre de Lucentum a esta ciudad. Todavía en los años 80 del siglo XX se defendía que Lucentum se encontraba en el actual barrio de Benalúa, en la parte sur de Alicante, ya que apareció allí otra inscripción epigráfica que nombraba la ciudad. Posteriores excavaciones han descartado esta posibilidad.
Alguna vez han las inscripciones han llamado a la confusión, como aquella que se creyó el epitafio del general cartaginés Amílcar y que resultó ser de un armador o comerciante griego.
Estudios recientes (Olcina Doménech) hacen pensar en un poblado íbero inicial con grandes influencias púnicas, e incluso en una fundación bárquida. Su finalidad sería la de controlar la costa y el afianzamiento territorial derivado de la expansión cartaginesa. Destruída en el siglo III a. C. seguramente en la Segunda Guerra Púnica, volvió a fortificarse siguiendo el trazado anterior a finales del II a. C. y el el I a. C. Posiblemente entonces era un fortín relacionado con los avatares de las guerras civiles romanas.
En el siglo I a.C. se crea la ciudad romana. A esta etapa corresponden las termas, el foro, y la mayoría de las estructuras que hoy se pueden contemplar. A finales del siglo I d. C. comienza la decadencia de la ciudad debido al desarrollo de Illici, mejor integrada en la red viaria imperial y con ricas tierras agrícolas a su alrededor.
Lucentum, llegó a tener estatuto de municipium romano, y llegó a ejercer su influencia sobre territorios cercanos, a la sombra de la más poderosa ciudad de Illici. Hoy su gran valor es representar los orígenes de la ciudad de Alicante, afortunadamente protegidos para las futuras generaciones.

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POBLADO IBERO DE LA SERRETA (Alcoy y Penáguila)

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Cima de La Serreta - ubicación del santuario

Mapa la Serreta


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- Poblado y santuario
- Ibero
- siglo V - II a.C. Santuario hasta IV d. C.
- Mapas 821 (1-4) Alcoi y 821 (2-4) Benilloba
- Acceso: fácil

La Serreta es el poblado ibero más importante de la provincia. Mencionado con frecuencia en la bibliografía especializada ha sido objeto de estudio y excavaciones desde su descubrimiento en 1917 hasta hoy. Prueba de su significación dentro de la arqueología peninsular fue su declaración como Monumento Histórico Artístico en 1931.
Se encuentra a 3,5 Km. del Alcoy. El camino de acceso empieza en una pista forestal que arranca de la carretera CV-70 que lleva a Benilloba y Callosa d´Ensarriá. Se abandona la autovía A7 por la salida Alcoi Sur (la primera salida a Alcoi si se viene desde Alicante y la segunda si se viene desde Valencia) y en la primera rotonda se toma la carretera a Benilloba cv70. Un kilómetro y medio más adelante hay un desvío a Alcoi que no se toma y se continua por la carretera otros 900 m.. Al final de una curva a la izquierda, sale a la derecha una pista forestal que se interna en el pinar. Entrando por esta pista a los veinte metros hay sitio para dejar los vehículos. En el caso de que la cadena esté echada también se puede aparcar en el arcén en el lado opuesto de la carretera.
El camino nos llevará en continuo ascenso hasta el yacimiento. Al poco de iniciar la subida la pista se bifurca. Hay que coger a la derecha y unos metros más delante también a la derecha una senda que en menos de cinco minutos acaba en una ancha pista. Se sigue unas decenas de metros a la izquierda y se llega a un cruce de tres pistas forestales. Hay que coger la que se encuentra más a la derecha y ya sin pérdida llegaremos en media hora al yacimiento que se encuentra en la zona cumbrera de la montaña.
La dureza del ascenso se lleva bien al discurrir la senda entre pinares y carrascas y ofrecerse también una bella vista de Alcoi.
Típico oppidum, o poblado fortificado en altura, no sólo ofrece líneas de murallas y restos de viviendas, sino que también fue uno de los principales y más duraderos santuarios de la protohistoria del sudeste peninsular.
Ocupa 5,5 hectáreas extendiéndose a lo largo de 830 metros desde la puerta fortificada de la entrada hasta el bastión oeste. Corresponde al Ibérico pleno, estando ocupado desde finales del V hasta comienzos del II a.C.
Lo primero que nos encontramos son los restos de una singular estructura defensiva que protegía la entrada al poblado. Aunque las carrascas han crecido sobre los muros, todavía se puede observar como conforma un estrecho corredor, de algo más de cinco metros de longitud, que facilitaba el flanqueo y la defensa ante cualquier agresor que intentara forzar el ingreso. También se ha conservado una canalización que desaguaba al exterior de la muralla. Esta construcción defensiva se realizó en un momento de crisis que marcó el fin del poblado que pudo estar relacionado con las Guerras Púnicas o con el posterior control romano del territorio.

Bastión de entrada

Reconstrucción hipotética del bastión de la entrada Desague inserto en el bastión

A la izquierda del bastión se ven unos metros de murallas que afloraron en la excavación. Muchos metros de muralla aun permanecen enterrados.
Junto al bastión y a la izquierda del camino de entrada, en el exterior del poblado, se hallaba la necrópolis. Se encontraron más de 80 sepulturas, pocas con urna (solo 13), la mayoría en bolsadas de cenizas depositadas entre las oquedades de la roca. De lo encontrado destaca la empuñadura de una de las falcatas encontradas.


Espada encontrada en la necrópolis Falcata encontrada en la necrópolis

Siguiendo por el camino que ahora se convierte en la calle principal del poblado, se empiezan a ver a ambos lados los restos de las casas. Estas se adaptan a las curvas de nivel mediante pequeños aterrazamientos. Las casas se componen de varias estancias de planta cuadrangular. Muchas aprovechan los escarpes rocosos. El piso era de tierra apisonada. Se conservan decenas de departamentos aunque su contemplación se ve dificultada por la vegetación.

Una de las casas del poblado

En la parte más alta, junto a un monolito dedicado al arqueólogo Camilo Visedo, hay una pequeña explanada donde se encuentran los restos del santuario. Lo poco que queda no hace honor a la importancia que en su día debió tener. El culto en el mismo continuó siglos después del abandono del poblado, incluso en época romana, hasta que el emperador Teodosio prohibió los cultos paganos, en el siglo IV d. C.

Distribución del santuario ibero romano

Aquí se encontraron cientos de exvotos iberos de terracota. La figura más importante es la representación de una diosa femenina, seguramente la Diosa Madre, garante de la fecundidad, rodeada de fieles que la invocan con música. Puede ser la deidad principal del santuario ibérico de la serreta, aunque no apareció en él, sino en una capilla doméstica de una de las viviendas.

Diosa madre de la Serreta
Exvotos Exvotos iberow

El santuario potenciaba aun más el papel predominante de este oppidum en la región, dándole el papel, podríamos decir, de capital ibera. Las cámaras que lo conformaban asemejan a un modelo oriental, compuesto por vestíbulo, una sala rectangular y un santuario con el piso a mayor altura. Los restos conservados probablemente son de época romana pues la estructura estaba techada con tejas romanas. Seguramente se suplantó una construcción ibera preexistente de la que no quedaría nada.
Las paredes del santuario que dan a la vertiente Norte de la Sierra son parte de la muralla del poblado. Podemos seguirla hasta las ruinas de lo que fue una caseta de observación construida en la Guerra Civil para avisar de los bombardeos. Poco más adelante está el vértice geodésico, donde se nos ofrece un amplio paisaje de sierras, valles y pueblos que deleita la vista.
Todavía queda la visita del bastión occidental. Siguiendo en dirección oeste, ya sin camino definido, a algo más de doscientos metros del vértice geodésico, se llega a un punto donde aparece ante nosotros un corte en la roca de unos tres metros de anchura que dificulta la progresión por la cumbre. Los investigadores han identificado este corte como un foso defensivo.

Foso defensivo

A la derecha, protegiendo la vertiente Norte, vemos los restos de una muralla que en algunos puntos todavía alcanza los dos metros de alzada y más de dos metros de grosor. Algunas de las piedras que se han utilizado en su construcción tienen más de un metro de largo. En gran parte esta muralla está abatida como se ve en el canchal formado por el derrumbe, lo que da una idea de la potencia defensiva que debió de tener este bastión formado por el muro y el foso. Extraña tan fuerte defensa en una zona protegida naturalmente por lo abrupto de los escarpes que la rodean.

Muralla occidental Detalle de la muralla

El hallazgo más importante del poblado fueron seis láminas de plomo escritas en lenguaje ibérico que fueron la piedra angular para descifrar la escritura ibérica. Desgraciadamente aunque sabemos leerla todavía no se ha conseguido su traducción. Muchos historiadores y filólogos lo han intentado, pero sin resultados definitivos.
Estos plomos, así como buena parte del material encontrado en el yacimiento se pueden contemplar en el Museo Arqueológico de Alcoi.
El periodo más importante del poblado se fecha en el siglo III a.C. En esta época, era la capital de un extenso territorio que abarcaba los valles que hoy podemos contemplar desde la cima de la sierra. Era un centro político y administrativo que dominaba las rutas de comunicación. El santuario aumentaba la cohesión social y reafirmaba el papel predominante de las elites. Las fortificaciones además de tener un fin defensivo aumentan el prestigio del grupo, ya que muestran la potencia económica y la organización política que son necesarias para su construcción.
Quizás en un futuro no muy lejano la traducción de los plomos desvele mas datos del grupo humano que habitó este importante poblado ibero.

Mi agradecimiento a Angel Juan Martínez que me envió el track y los waypoints de la ruta para GPS. Este es el enlace: soporte GPS Ruta poblado ibero de La Serreta en wikiloc.
 
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LAS TRES HERMANAS (Aspe)

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Las tres hermanas

Mapa tres hermanas



- Poblado con edificio singular - Bronce – Ibero - II milenio a.C y siglos VI – IV a.C. - Mapa 893 (2-1) Carrús - Acceso: fácil

Situada en una posición estratégica, controlando un paso de comunicación del sur de la provincia con el Alto Vinalopó, la sierra de las Tres Hermanas (también conocida como los Tres Hermanos) se eleva a menos de tres kilómetros de Aspe. Su nombre le viene de las tres cimas alineadas de Norte a Sur que la coronan conformando una curiosa imagen. Puede ser que esta particularidad hiciera a los íberos levantar aquí una de las más interesantes construcciones de esta cultura que podemos hallar en Alicante, probablemente un templo.
El acceso a Las Tres Hermanas es sencillo. A la altura del kilómetro 4 de la carretera CV-84 que une Elche y Aspe, hay una rotonda que, a la derecha si venimos de Aspe o a la izquierda si venimos de Elche, da paso a una pista de tierra. Se puede dejar el vehículo en el principio de este camino. La pista se dirige en dirección Oeste hacia una casa de campo abandonada que está a unos 700 metros, ubicada en las primeras estribaciones de la sierra de Las Tres Hermanas.

Las tres hermanas con sus yacimientos arqueologicos

El yacimiento ocupa las tres cumbres de la sierra y parte de las laderas. Los restos constructivos conservados son pocos pero importantes, sobretodo el templo ibérico o regia (casa de un gobernante o jefe militar) que se levanta en la lengua de tierra que desde el pico central de la sierra avanza hacia el Este.

Templo o casa regia

La mejor manera de empezar la visita al yacimiento es precisamente por este edificio. El espolón donde está la singular estructura se levanta justo al Norte de la finca abandonada. Pasando junto a unos bancales, hoy baldíos, y tras superar los cuarenta metros de desnivel que separan la plataforma donde se encuentra el edificio del llano, aparecerá ante nosotros la planta del mismo que nos deja ver perfectamente la disposición de los compartimentos. Se aprecia el vano de la entrada que da a un vestíbulo o pronaos del que salen tres habitaciones paralelas. Tiene más de ochenta metros cuadrados y algunos de sus muros aún se alzan más de medio metro. El edificio es muy parecido al identificado como templo ibérico de la Illeta dels Banyets de El Campello.

Por los paralelos encontrados con otros edificios, parece que es un exponente de la interactuación de las influencias mediterráneas con las culturas locales habiendo autores que le han encontrado también paralelos en la lejana Siria.

Edificio singular

Llama poderosamente la atención la vista de la sierra desde aquí, con las tres cumbres levantándose hacia occidente. No sabemos si esto pudo tener algún significado aunque la hipótesis es sugerente. Quizás algún hombre santo o sabio seguía la puesta de sol por detrás del trío de cimas cada tarde sacando conclusiones místicas que hoy se nos escapan. Otra interpretación que se da al edificio es que pudo tratarse de una especie de palacio o residencia de un personaje principal del poblado, ya que en su excavación no se encontraron exvotos ni material vinculado al culto, sino pesas de telar, ánforas, cerámica común y restos de armas (un regatón de lanza y un trozo de falcata). De lo que no hay duda es de la relevancia y majestuosidad que los constructores quisieron dar al edificio, no solo por sus características, sino también por su ubicación aislada y preeminente.
Aunque suponga un esfuerzo adicional es recomendable continuar la visita ascendiendo a la cumbre central. En el recorrido, a unas decenas de metros del templo, si nos fijamos en el suelo veremos los restos que quedan del camino prehistórico marcado por dos hileras de piedras paralelas hincadas en el suelo. Es de importancia debido a la falta de paralelos en otros yacimientos. Probablemente este camino debía de estar vinculado con el edificio principal.

Camino antiguo

A la derecha de este camino a una cota algo más baja vemos una acumulación de piedras que pudieron ser parte de algún otro edificio o más probablemente de una muralla o bastión hoy derrumbado.
Una vez llegados a la cumbre central hallaremos una estructura de tendencia circular, de unos tres metros de diámetro, construida con grandes piedras y que conserva una sola hilada. No se sabe que era este edificio, quizás una atalaya defensiva que desde los más de 350 metros de altura aprovechaba la gran visibilidad que abarca el valle medio y bajo del Vinalopó hasta el mar. En días claros se llega a ver la costa desde Santa Pola a Guardamar. A su alrededor se encontró cerámica del Bronce e ibérica. Aquí es el mejor sitio para concluir la visita, disfrutando de un extenso horizonte y viendo a vista de pájaro el templo o palacio íbero que aunque descubierto por los arqueólogos aún conserva muchos de sus secretos.

Restos constructivos e la cima

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Referencias:
José Ramón García Gandía y Jesús Moratalla Jávega: Nuevos datos sobre arquitectura de prestigio ibérica. La regia de "Las Tres Hermanas" (Aspe,Alicante). Lucentum XVII-XVIII. 


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ABRIGO DE EL SALT (ALCOI)

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El barrio de El Salt


Mapa abrigo de El Salt



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- Cueva de habitación
- Paleolítico Medio y Superior, Epipaleolítico, bronce
- 80.000 – 1.000 a. C.
- Mapa 821 (1-4) Alcoy
- Acceso: difícil

Yacimiento de importancia excepcional al ser donde se han encontrado los restos humanos más antiguos de la provincia de Alicante, correspondientes al Hombre de Neandertal, especie que desapareció hacia el 30.000 a.C.
El acceso es fácil, pudiendo llegar al barrio de El Salt por la carretera que desde Alcoy va a Bañeres, a un par de kilómetros de la primera población. El abrigo se encuentra en la parte baja del barrio, al pie de una gran pared caliza vertical, dentro de una finca que en su día perteneció a la familia Gil Albert y que hoy pertenece a la Generalitat Valenciana que la está restaurando. Para poder visitar el abrigo la mejor época es en agosto, cuando se realizan las campañas de excavaciones, ya que el resto del año depende de que haya alguien en la finca que nos lo pueda enseñar.
Otro acceso más interesante tiene su inicio en el barrio de Batoi, pues podemos contemplar el entorno de la cueva y bellas vistas del paisaje donde se encuentra al tiempo que damos un agradable paseo. Este barrio se encuentra junto a la carretera que va a Bañeres, a la salida de Alcoy. Debemos entrar en el barrio y seguir la calle Banyeres en dirección Oeste hasta su final. Esta calle transcurre paralela a la carretera aunque a menos altura. La calle se continúa con una pista de tierra que siguiendo en la misma dirección se dirige hacia El Salt. El coche puede aparcarse donde empieza este camino, junto a una finca llamada “El Mirador” y a partir de aquí recorremos la pista de tierra andando entre bancales de olivos con una excelente vista del abrigo y del barrio de El Salt enfrente nuestro. También disfrutaremos con la contemplación del corredor ecológico recorrido por el río Serpis que transcurre entre las últimas estribaciones de Mariola, que es donde se encuentra el yacimiento, y el parque natural de la Font Roja, que alfombra de verde el horizonte.


Ubicación del yacimiento protegido por el cretón calizo

Tras 600 metros y menos de 10 minutos de tranquilo caminar llegamos ante la verja, generalmente abierta, que da acceso a la finca tras la que se encuentra el yacimiento arqueológico.


Acceso a la finca donde está el abrigo de El Salt

Junto a la entrada de la casa nos recibe un panel informativo destacando la importancia del yacimiento.

Finca tras la cual se encuentra el abrigo  Panel informativo

Grupos de neandertales ocuparon el abrigo hace más de 60.000 años. En este lugar se han dado las dataciones absolutas más antiguas de la provincia (80.157 +4.013, -3.890 y 81.583 +2.718, -2.260 antes del presente). Hicieron uso de este abrigo durante decenas de milenios aprovechando la abundancia de recursos que se les ofrecían. Caza y agua en abundancia en un lugar estratégico para el control de los movimientos de los animales. Se han hallado muestras de actividades de despiece y procesado de los animales cazados y de la preparación de los útiles líticos que utilizaban en su vida diaria, tanto para usarlos en su actividad cinegética como para el trabajo de pieles y madera. También se han encontrado estructuras de combustión donde cocinaban los alimentos.
El Abric de El Salt , junto con la Cova Negra de Xativa y el Abric Romaní de Capellades, son los yacimientos con la secuencia estratigráfica del Paleolítico Medio de más amplio espectro cronológico de Europa. El Musteriense, como también se conoce el complejo cultural protagonizado por los neandertales, es la primera gran cultura del Paleolítico Europeo. Especializaron su industria lítica y perfeccionaron al máximo el control de los movimientos de las manadas para optimizar la caza.
Los restos de neandertales en el Salt llegan hasta cerca del 30.000 a.C. Los estudiosos estiman que por esta época desapareció esta especie humana y que la Península Ibérica fue uno de sus últimos refugios. ¿Quizás los últimos pudieron habitar esta cueva? Nunca podremos saber si fue aquí o en otro yacimiento, pero lo que si es cierto es que con nuestra llegada, la de los Homo sapiens, se extinguieron. Todavía no sabemos la causa real de su desaparición, si tuvimos que ver directamente en ella o fueron motivos climáticos u otros los que acabaron con ellos.
En la cueva también se han hallado restos del Paleolítico Superior, Epipaleolítico, Neolítico, Bronce y hasta medievales. Esta ocupación humana a lo largo de tanto tiempo y culturas es prueba de la bondad del asentamiento, donde pinares y encinares ocupaban los campos hoy tomados por bancales. En los tiempos húmedos el agua correría en cascada por el impresionante cortado que da nombre al lugar.
Hoy observamos que a pesar de todo el lugar conserva gran parte de su belleza pretérita. Es curioso que los nudistas alcoyanos tomen el sol y se refresquen en las fuentes que hay aún al pie del farallón rocoso que resguarda el yacimiento. Seguramente eso también lo hicieron a menudo los cazadores neandertales y todos los que más tarde ocuparon este importante enclave en la Historia de Alicante.

Vistas desde el abrigo


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EL TESORO DE VILLENA (Lugar de aparición)



Tesoro de Villena

mapa tesoro de villena


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- Tesoro aúreo de importancia internacional y lugar del hallazgo del tesoro
- Bronce - 1.000 – 750 a. C.
- Mapa 820 (1-4) Cañada - Acceso: fácil

El Tesoro de Villena es el hallazgo arqueológico más excepcional de la provincia junto con la Dama de Elche. Es el conjunto de orfebrería prehistórica más importante de España y el segundo de Europa tras los de las Tumbas Reales de Micenas.
Inexcusablemente debe empezarse esta ruta con su visita en el Museo Arqueológico José María Soler, en Villena. Sus más de nueve kilos de oro repartidos en cuencos, pulseras y vasijas deslumbran a cualquiera. Su magnificencia está a gran distancia de los otros conjuntos áureos que se puedan contemplar en cualquier museo de la Península Ibérica. Esta suntuosidad contrasta con el paisaje donde apareció, en unos campos de olivos de los muchos que adornan la geografía española, donde milagrosamente permaneció escondido a lo largo de milenios.




De Villena a Albacete, a la altura del Km. 60 de la autovía se sale a la Colonia “El Morrón”. A los doscientos metros en un cruce hay que desviarse a la derecha, por el conocido como camino viejo de Beneixama. A los 2,5 kilómetros hay una pista asfaltada a la izquierda con un cartel que indica “Las Piteras”. No cogemos este desvío, pero sí la pista de tierra que también a la izquierda sale cincuenta metros más adelante.
Un kilómetro más adelante llegamos a otro cruce cerca de un depósito – pozo extractor de agua. En este punto conviene dejar el vehículo ya que el firme empeora. Echamos a la derecha en el cruce, y 100 metros más adelante, antes de cruzar la rambla, cogemos un camino a la izquierda que a los 200 metros se interna en la misma rambla del Panadero remontándola. 130 metros más adelante el camino acaba en una cadena que da paso a un olivar. Nosotros tenemos que seguir subiendo la rambla y al cabo de otros 150 metros llegamos al monolito que se ubica en el lugar exacto del magno descubrimiento arqueológico.


Monolito conmemorativo en el lugar de aparición del tesoro

El monolito tiene cuatro metros de altura y en su parte central representa uno de los brazaletes que formaban parte del tesoro y que llevó a su descubrimiento.


Detalle del monolito

Este hallazgo fue fruto de una mezcla de intuición, averiguaciones judiciales y suerte. Nada mejor que las palabras del insigne arqueólogo villenense José María Soler para sumergirse en esta apasionante aventura arqueológica:
“Al atardecer del día 22 de octubre de 1963, una llamada telefónica del joyero D. Carlos Miguel Esquembre nos puso en antecedentes de una extraordinaria joya de oro que le había sido mostrada por una mujer de ascendencia gitana.
Inmediatamente nos personamos en su establecimiento, y no tardó mucho en presentarse Esperanza Fernández García, portadora del brazalete de oro que había mostrado al joyero. Según declaró, la joya fue hallada por su esposo, albañil de profesión, entre las gravas utilizadas para el hormigón de un edificio que se estaba construyendo en la calle de Madrid.
Requerida por nosotros la presencia de este albañil, un gitano llamado Francisco Contreras Utrera, nos confirmó la declaración de su esposa y nos hizo entrega del brazalete.
Pusimos el hecho inmediatamente en conocimiento del Alcalde de la población, y ante la posibilidad de que se hubiese falseado el lugar de su verdadera procedencia, comparecimos al día siguiente ante el Juez de 1.ª Instancia e Instrucción. Las indagaciones comenzaron en seguida y pusieron de manifiesto que el brazalete no había sido encontrado por el gitano Contreras, sino por uno de sus compañeros de trabajo llamado Francisco García Arnedo, quien lo entregó a su capataz, Ángel Tomás Martínez, en la creencia de que se trataba de una de las piezas que forman parte del engranaje de los camiones que transportaban las gravillas. Así lo creyó también el Sr. Tomás, quien dejó suspendida la joya en lugar visible hasta que pasó a manos del gitano Contreras, cuya esposa la llevó al joyero para que le informase, según dijo, del presunto valor de la pieza.
Un mes después, cuando ya desesperábamos de encontrar circunstancias aclaratorias del extraordinario hallazgo, de nuevo el joyero D. Carlos Miguel Esquembre nos comunicó telefónicamente la presencia en su establecimiento de otra mujer portadora de un brazalete similar al anterior, aunque menos rico.
Encarnación Martínez Morales, que así se llamaba, iba acompañada de su esposo, el transportista de gravas Juan Calatayud, y ambos aseguraron que la joya había pertenecido a la difunta abuela de Encarnación y que había permanecido durante mucho tiempo en un arcón de la casa. La explicación era inocente por cuanto el brazalete, aun prescindiendo de su técnica de fabricación y de su ornamento, presentaba idénticas adherencias terrosas a las observadas en el primero. Como en la ocasión anterior, nos hicimos cargo del objeto y, al día siguiente, 26 de noviembre de 1963, pusimos el nuevo hecho en conocimiento del Juez de Instrucción, quien comenzó sus diligencias sin pérdida de tiempo.
A las catorce horas del mismo día 26, antes de comparecer ante el Juzgado, se presentó en nuestro domicilio el transportista Juan Calatayud para confesarnos que el brazalete no perteneció a la abuela de su mujer como se había declarado, sino que había sido hallado por él mismo en una de las ramblas de las que extraía las gravas que conducía luego a la población. Aseguró que el primer brazalete fue también transportado por él, sin saberlo, al edificio en construcción de la calle de Madrid.
Los informes del transportista Juan Calatayud habían señalado una zona del cauce, situada al pie de unas ruinas medievales existentes a media ladera del monte inmediato, como posible lugar de aparición del brazalete que le recogimos.El 30 de noviembre de 1963 se llevó a cabo la inspección ocular de la zona y se fijó para el día siguiente el comienzo de la exploración que nos proponíamos realizar en la rambla del Panadero.
Con los hermanos Enrique y Pedro Domenech Albero, a los que acompañaban sus respectivos hijos Enrique y Pedro, comenzamos los trabajos de excavación de la rambla a las diez de la mañana del domingo, 1 de diciembre de 1963.
Transcurrido el día con catas y exploraciones infructuosas, eran aproximadamente las cinco de la tarde y comenzábamos ya a disponer el regreso cuando un movimiento de azada de Pedro Domenech Albero, puso al descubierto el canto de un brazalete. A su izquierda yacía otro y ambos descansaban en el borde de una gran vasija que, por las trazas, se hallaba repleta de objetos similares.


Vasija donde apareció el tesoro


Vano sería negar la profunda impresión que el hallazgo produjo en todos nosotros. Teníamos ante nuestros ojos un tesoro, fabuloso al parecer y de incalculable trascendencia para el futuro de los estudios prehistóricos.


Histórica foto del descubrimiento del tesoro. Soler es el tercero por la derecha.

La noche estaba encima y no disponíamos de los medios adecuados para levantar con las suficientes garantías de seguridad aquel extraordinario botín arqueológico. Pensar en cubrirlo de nuevo para volver al día siguiente mejor pertrechados era francamente temerario, y no debíamos tampoco levantarlo sin haberlo fotografiado previamente «in situ». Decidimos entonces, como solución de urgencia, enviar a los dos muchachos, Enrique y Pedro Domenech, al encuentro del «taxi» que ya estaría de camino para recogernos, con una nota dirigida a nuestro buen amigo don Alfonso Arenas García, en la que solicitábamos la presencia de un fotógrafo y medios adecuados de iluminación.
Nunca podremos olvidar, aquella espera dramática en el anochecer del día 1 de diciembre de 1963, ocultos en el fondo de una rambla perdida en hosco paraje del término villenense y a la luz de unas hogueras que hacían brillar, con destellos intermitentes, el oro de unos objetos que habían permanecido ocultos a las miradas humanas durante miles de años.
Eran aproximadamente las siete de la tarde cuando alcanzaban la rambla el automóvil de don Alfonso Arenas y el taxi conducido por Martín Martínez Pastor. Con ellos llegaron los dos muchachos, y nuestro buen amigo y colaborador don Miguel Flor Amat. A la cámara de Flor se deben los únicos documentos fotográficos del hallazgo «in situ».
El conjunto se envolvió en la manta de Pedro Domenech primero y en un saco de harpillera después, y así fue transportado en inolvidable desfile alumbrado por linternas y antorchas hasta el automóvil.” (JOSE MARÍA SOLER, “El Tesoro de Villena”, Excavaciones arqueológicas de España, 36.)
La vasija estaba resquebrajada y las avenidas de agua habían arrastrado unos metros más abajo los brazaletes que habían llevado al descubrimiento.
Las ruinas moriscas nombradas en el texto todavía se conservan a escasos 200 metros hacia el Oeste, en la ladera cercana.
El Tesoro lo componen 53 objetos de oro con un peso total de 9.109'28 gr., 3 frascos de plata con un peso de 620 gr., un brazalete o anilla de hierro de 31'86 gr., un botón o revestimiento cónico de hierro con aplique de lámina de oro con un peso de 50'50 gr., y un revestimiento o aplique de lámina de oro relleno de ámbar de 2'85 gr. de peso.

alguno de los cuencos de oro del tesoro

Los objetos fabricados en oro son 28 brazaletes, 11 cuencos, 2 frascos (de idéntico diseño a los de plata) y 13 fragmentos de láminas de revestimiento (probables restos de un cetro o de guarniciones de armas). Predomina la decoración a base de molduras, púas y calados.

Brazaletes del tesoro

Muchas interpretaciones se han dado sobre su cronología y naturaleza. Predomina la idea de que su riqueza parece corresponder a un ajuar real que, robado o escondido intencionadamente al escapar de un peligro fue a parar a este solitario paraje. También se da el caso de depósitos de tesoros áureos en ceremoniales de corte político realizados en territorios fronterizos, o en invocaciones a divinidades propiciatorias de travesías seguras. En este contexto también podría haber tenido lugar el depósito del Tesoro de Villena.
Soler estimaba que era el escondite de un reyezuelo del Cabezo Redondo, importante poblado del Bronce situado sólo a 4 Km. de distancia. Le da la cronología más antigua, del año 1.000 a.C.
Para Almagro Gorbea el Tesoro es un conjunto heterogéneo de piezas distintas épocas y de estilos diferentes que se acumularon a lo largo del tiempo (entre el 1200 y el 700 a. C) y pertenecen a tres periodos diferentes de la prehistoria, el Bronce Tardía (1300-1000 a.C), el Bronce Final (1000-750) y el Hierro Antiguo (750-500 a.C.)
Quizás las dos piezas de hierro del Tesoro de Villena, que son las que pasan más desapercibidas del conjunto, tengan la clave. Marcan el inicio de la introducción del hierro en la Península Ibérica, siendo los restos de este metal más antiguos encontrados. El hierro sólo se utilizó como metal noble atesorable al principio de su llegada a la Península como objeto de importación. Después pasó a usarse para armamento y utillaje agrícola. Se supone que este metal llegó a la península hacia los siglos IX y VIII a.C. con el influjo de los colonizadores fenicios. Por tanto parece que la ocultación se produjo hacia el 800 a.C.
Mauro S. Hernández ha interpretado el Tesoro de Villena como prueba de la existencia en la zona de una comunidad que controlaba este territorio estratégico en las ruta N-S de la Meseta al Mediterráneo, y O-E, de las tierras altas del Sudeste al interior valenciano y la serranía de Cuenca, y, en consecuencia, contaba con la riqueza y el poder suficiente como para recibir, adquirir y acumular, un tesoro de semejantes dimensiones y valor.
Quizá nunca sabremos a ciencia cierta quién, cuando y porqué ocultó este fabuloso tesoro en sitio tan recóndito y seguro que no lograron descubrirlo ni los moriscos que edificaron sus casas y corrales a pocos metros del lugar.
Desde el monolito que recuerda el hallazgo que ha llevado el nombre de Villena por toda Europa, vemos hoy la encrucijada de caminos formada por las tierras de esta localidad y el valle de Beneixama. Quizás nos preguntemos, mientras observamos desde la sombra de algún olivo este familiar paisaje mediterráneo, si el futuro deparará nuevos descubrimientos de tamaña importancia en otros lugares tan insospechados como este.


Lugar de aparición del tesoro



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